jueves, 23 de octubre de 2014

El amor loco de un aceite y un mar en Cabo de Gata

Tarahi podría ser un volcán de Nueva Zelanda y también un pueblo de Nepal pero yo me encontré Los Tarahis en el Cabo de Gata. 
Es un rinconcito en la arena de AguaAmarga que te recuerda a una isla caribeña, que te enamora el paladar con pescado fresco del mediterráneo y que te hace arrebañar el plato cuando lo bañas con aceite de oliva virgen extra La Almazara de Canjáyar, el mismo con el que fríen las tortillas de camarones y ligan el ajoaceite de albahaca.
Cala de Enmedio en AguaAmarga (Almería)

En medio de ese paraíso azul, de piedra blanca, arena negra, repleto de bellos arrecifes de origen volcánico y donde la fuerza del mar y la huella del tiempo talla figuras en las rocas, conocí al taxista Rafaer. Es un elegante gitano panzudo y de piel cetrina que vive en un cortijo en Carboneras, que me contó que alimenta a sus 12 hijos (el pequeño de 4 meses y el mayor de 17 años), a dos hermanas, a la mujer, a la madre, a la suegra, a un cuñado ciego y a un rosario de vecinos que le piden parné cuando le ven con su flamante taxi, un Mercedes negro Clase C. La tarea de Rafaer es pasear a los turistas sentados en los asientos de cuero desde las playas de San José hasta el Pozo de los Frailes, o sea, unos cuatro kilómetros de trayecto donde se atisba y se respira el desierto almeriense. Cuando le preguntas por el precio de la carrera casi te da el vahído que no consigue ni la calor, porque cobra 45 euros por ese minitrecho de viaje... aunque todo se olvida cuando te apea en la puerta de La Gallineta, un restaurante que dirige un alicantino junto a la noria del Pozo de los Frailes. 
La Gallineta y el suquet
Un delicioso suquet de rape y marisco consigue agitarte los ojos a lo Marujita Díaz mientras te sumerges en la paz reinante del entorno. Hasta que Rafaer te recoge pa llevarte de vuerta al hotel y das gracias a que este buen hombre exista y ponga la guinda a la noche con su delicioso acento andaluz y su agreste aliento a pimientos verdes fritos con aceite de Jaén. 

El vino italiano de Farida
Empapada de placer, llego al cuarto piso del hotel, entro a la habitación y excitada, pido a mi hombre, el de las pecas con sabor a vainilla, que abra la maleta y rebusque entre mi harapos hasta encontrar  un Greco di Tufo Mastroberardino, el vino que mi linda amiga árabe Farida compró con GianCarlo en el sur de Italia (mi buena costumbre de llevar en la maleta o en el bolso, una botellita de vino). Descorchamos la ampolla con ansia y bebemos a morro y en cuatro tragos ese líquido oro con sabor a almendra tostada y perfume a limón. 
Será el origen griego de la uva lo que me turbó y dirigió traviesamente mis pies hacia la bodega del mismo hotel, a 50 metros de mi habitación. 
Rincón de la bodega del Hotel MC San José
Me colé y descubrí la joya de Cabo de Gata: un cofre repleto de arena, donde se agolpaban hundidas botellas de vino de Pagos de Indalia y seis copas del lujoso mármol blanco de Carrara (el mismo con el que Miguel Angel esculpió sus obras). Me pregunté: ¿Qué hago? ¿Abro alguna botella? ¿Robo las copas? ¿Me rocío con el vino?... Se me hacía la boca agua pensando en la embocadura elegante del Pinot Noir. Estaba a punto de ser deshonesta y a punto del climax... cuando de pronto descubro en la pared una sombra grande y panzuda. Era Rafaer, el taxista de Carboneras. Me increpó con su acento caló y me dijo: ''Paya, mis churumbeles se chupan los deos con este vino'',  ¿tienes algo mejor?...  
Lejos de achicarme, le reté y le dije: Propon a tus viajeros una noche de amor en un lindo velero a través del mar Mediterráneo: Amor Foll (nombre de la embarcación, atracada en el Puerto de Valencia,  que es también el nombre de un canto de amor del poeta Ausiàs March. Significa amor loco).
AMOR FOLL,  ofrece navegar y dormir  en el mar
Y como si los versos del poeta se hubieran hecho realidad, cada turista que va a Cabo de Gata sueña con navegar en este barco, sueña con saborear en la proa un vino en copa de mármol, con enjuagarse el salitre con aceite de oliva virgen y sueña hasta con conversar con el taxista Rafaer.


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sábado, 19 de julio de 2014

La premonición de Ramón

 "Con este aparato llegas a  la Luna". Eran las chistosas palabras de Ramón, un pastor vaqueiro ajado y ducho en los caminos rurales que recorren los Picos de Europa, al descubrir el vehículo todo terreno en el que viajábamos. Escudriñaba absorto el coche y nuestra cara de turistas, mientras nosotros sonreíamos amablemente aunque sólo teníamos ojos para advertir la media docena de mocos verdosos que chorreaban por su suéter de lana. Ramón nos guió por sendas barrosas que solamente conocían él y sus flamantes vacas y al cabo de tres horas fuimos a parar de bruces a la braña de Marlene, una francesa que nos acogió con queso asturiano de Taramundi, mermelada casera de manzana y un delicioso arroz con leche con azúcar quemada.
Me rocié el paladar con sorbos de sidra y me embriagó el maridaje. Pasé una noche maravillosa, soñé que estaba en un bosque de Somiedo, que me balanceaba en un columpio de madera que tenia un río a mis pies,  que me bamboleaba con fuerza mi hombre (el de las pecas con sabor a vainilla) y que al saltar a la otra orilla, me esperaba un plato de zamburiñas bañadas en aceite de oliva virgen...


Mi olfato se despertó antes que yo... inhalando el perfume pestilente a queso de Cabrales, un tufo placentero pero cargante,  que puede resucitar a los muertos y que se cuela por todos los recovecos. 
Columpio de Braña La Code (Somiedo)
Evidentemente, deseé lascivamente romper entre mis dientes crujientes rebanadas de pan con el mejor queso azul del Principado de Asturias. Así lo hice y deleitándome de placer, escogí entre la ropa de mi maleta mis viejos shorts tejanos, los que dice mi amiga 'la torera' que dejan al aire casi indecorosamente mis nalgas bronceadas, y en un brinco, ya estaba de nuevo sentada de copiloto en el aparato que casi te transporta a la luna. 
Retomamos rumbo en dirección a tierras gallegas, en unas horas, pasando por todos los pueblos sanmartinos y siguiendo el curso del río Xallas,  las ruedas del todo terreno se detuvieron a  mirar el océano en Dumbría.  Mis ojos fotografiaban el paisaje  cuando de pronto descubrí por el objetivo unos conocidos muslos que se contoneaban cerca de la espectacular cáscada de Ézaro. Enfoqué el zoom y los gestos de las manos delataron a la rubia platino de sonrisa angelical que me saludaba. Por un instante, pensé que no era posible, porque a 1.013 kilómetros de distancia de mi casa, me tropezaba con Aurora, mi eterna acompañante a las Islas Baleares (Mallorca, Menorca y Formentera y algún piloto de avión, son testigos de nuestras aventuras). Sin mediar palabra pero con los sugerentes gestos de la lengua de signos, no hicimos recuento de  los centenares de vacas de pelaje rojo que habíamos visto por el camino, sino que decidimos brindar por las Pitiusas con más de una copa de Bouza de Carril, un albariño con sabor a melocotón que te embriaga suavemente. El regusto pérfido a nécora de la Ría, nos convirtió en deliciosas máquinas parlanchinas hasta el amanecer.  
A las 11:11 y con 11 grados de temperatura,  Auro ya no estaba, y la resaca y yo mirábamos de reojo el GPS del salpicadero, me retumbaban los mugidos de las vacas en mi cabeza y en definitiva, me sentía como un detonador. Súbitamente, el todo terreno volteó de lado, me voló el corazón del pecho y creí que nos precipitábamos al vacío. Afortunadamente, quedamos en equilibrio sostenidos por dos ruedas, porque la delantera izquierda se había clavado con saña en un pozo de dos metros de profundidad.
Cerré los ojos y supongo que me desmayé. Vi vacas lilas, los mocos azules de Ramón, las zamburiñas oxidadas, pilotos con flotador y hasta el hombre de las pecas con sabor a vainilla se había convertido en un chimpancé negroide y nauseabundo que arrojaba esputos.  La congoja se apoderó de mi. Sólo quise despertar al recordar aquel vino gallego, el arrebatador albariño de Santiago Ruiz, que el día de San Juan compartí con la flamenca de Camporrobles. Sin duda, como dijo Ramón, habíamos llegado a la Luna.

jueves, 29 de mayo de 2014

El trastorno perverso de un vino


Salgo corriendo por la pasarela de madera que me guía al mar. Una de las tiras de mis viejas chancletas de color gris se ha despegado y yo decido seguir mis pasos descalza... Los montículos de  arena blanca de la playa de Guardamar del Segura masajean la planta de mis pies pero me achicharran. El agua del mar me sonríe y me transporta a la timidez seductora de un hombre con pecas. Me tumbo de espaldas en la toalla turquesa y me invade en mi memoria el olor a vainilla que despierta todos mis instintos. Sólo me calma la sed  el frescor de la copa del goloso vino rosado Malvarrosa que me enamoró en el Cap de Sant Antoni, en Xàbia, y que deja regusto a frambuesa madura. Lo saboreo y con mis labios mojados, sueño que me quedo encolada a los labios de mi cazador, el de las pecas que huelen a vainilla... Estoy tan embriagada que no quiero abrir los ojos. Aunque el griterío de los niños de la sombrilla de al lado es insoportable y rompen el embrujo de mi momento. Las voces pueriles se mezclan con el acento francés de Manob, un insólito joven de piel negra pero larga melena rubia que hoy vende gafas de sol y relojes falsificados en  la playa. El día es ventoso y las sombrillas vecinas se zarandean sin rumbo fijo, alocadas y perversas hasta que un golpe huracanado de viento sacude sin piedad la cabeza de Manob. El atractivo africano con pelo dorado se desvanece y saltan de las rosadas palmas de su mano, gafas y colgajos que se desparraman en la arena.
Con presteza, me incorporo y salto de la toalla dispuesta a socorrerle. Abandono mi quimera de verano con  el vino Malvarrosa y el hombre de las pecas, pero torpemente, coloco mi peso sobre un pie y lo hinco salvajemente en la copa de cristal. Sólo recuerdo que la sangre brota a borbotones como el color de vino Mauro, y creo que me sobreviene un vahído...


Camping Roof Top Tent
El libro de Alessandro Baricco, 'Seda', sobre la almohada
El piar de los pájaros me despierta y me sorprendo  en un cómodo pero ajeno colchón, cubierta con una manta verde muy hosca, huele a cerrado y pronto advierto que estoy en alto. A los lados, dos ventanitas triangulares de tela y una cuerda tensa que sirve para enrollar la fina persiana... ¿Dónde estoy?... Asomo la cara por un claro, reparo que es una tienda de campaña sobre el techo de un todo terreno blanco -una peculiar tienda de campaña Roof Top Tent- y a unos metros alcanzo a leer: Camping Palm.
Cuando la ventisca me despeja, me asedian los nervios y deseo salir de mi encierro pero un agrio dolor en el pie derecho me lo impide... Maldita sea, el final de mi extremidad está muy inflamado y una venda me recubre el empeine y el tobillo. En la almohada hay un libro con una leyenda en japonés: Seda, de Alessandro Baricco. Hojeo una página y leo: "...Regresad o moriré...". Siento unos pasos y seguidamente asoma por la escalerita que accede a mi cama, la cara amable de Manob aunque a penas le reconozco porque su melena áurea se esconde tras un rancio pasamontañas militar. Su cuerpo huele a brisa y su cercanía me intimida. Suave y sutilmente se aproxima a mi piel, y me convulsiona los poros, su boca esta junto a mi pelo, me conmina más y siento que bailamos música blanca, como Hervé Joncour con la ilusoria amada japonesa. Está tan cerca de mis labios que percibo su aliento, me evoca a uva moscatel romano, quizás a un efluvio de vino Casta Diva, y entorno los párpados, porque deseo que me bese indómitamente... Hasta que siento el helor de un instrumento cortopunzante en mi espalda que me estrangula la respiración. Me aguijonea con violencia la piel y noto que me resbala sangre. Con su mano izquierda me tapa la boca y con la derecha me enseña el arma con la que me ha herido: un kunai, una cuchillo de combate ninja. 

Con acento francés balbucea que seré su rehén hasta que confiese donde he guardado la botella de Gessamí Gramona 2011, un caldo con sabor a jazmín japonés que caté en El Corralet de Benicàssim. Definitivamente, el vino nos trastorna.







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sábado, 17 de mayo de 2014

Ojos verdes como aceitunas


El día que nos abandonó Gabriel García Márquez abracé la marioneta que me regaló mi amiga 'Ojos'. La muñeca de trapo me susurró al oído estas palabras: 'Por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz'.

Me sobrecogió el alma y cogí mis bártulos desordenados, los metí en un hatillo y con mis zapatillas ennegrecidas recorrí la acera de mi barrio hasta llegar a la parada del autobús. Media hora después ya estaba en la Calle del Mar de Pinedo, en el coqueto apartamento de 'Ojos'.  Siempre me sorprende la luz de esos ojos color verde aceituna de mi amiga, que como versa la canción que ella canta de Joaquín Sabina: ojos verdes como aceitunas que robaban la luz de la luna miel...
Y así junto a un balcón de geranios bermellón, más intensos que el vino Toro, me empalagué los labios con miel de caña y aceite Sanct Mathei mientras agitaba la cola el westie blanco de mi amiga. 
En la fotografía, mi amiga 'Ojos'
Quise endulzar un momento amargo. Gabo nos había abandonado y sus palabras naufragaban en mi mente, como si me fueran a invadir cien años de soledad.
De pronto sonó mi Samsung Galaxy.... (imposible no dar un brinco cuando escuchas el tono: 'Las flechas del amor' de Karina)... Escuché una voz áspera y varonil que me dibujó una amplia sonrisa. El que llamaba era mi vecino Aureliano, un chileno octagenario, cultivado y sabiondo (o sabihondo) que he tenido el placer de conocer. Aureliano Buendía se había quedado atrapado en el ascensor y, menuda suerte la mía, había marcado mi numero de teléfono móvil. Así que con el rastro de aceite en la boca y la miel de caña aún pegada en los labios, salí disparada de nuevo hacia mi apartamento. Esta vez, cruzamos la autovía de Pinedo a Valencia con el Mercedes rosa de mi amiga 'Ojos' (es rosa porque la luz del sol ha desgastado el rojo original del modelo y porque las abolladuras ya tienen un color de carne cruda de vaca)... Pero eso no llamó la atención de la ingente cantidad de vecinos que estaban agolpados en la acera de mi portal. 'Ojos' y yo esquivamos como pudimos a los corrillos de los cotillas, cuyo único objetivo era saber por qué hoy Remedios, la del tercero, no había abierto la puerta al cartero... y llegamos hasta la orilla del angosto hueco del ascensor. Dos bomberos gritaban: Aureliano, vamos a tirar el arnés para rescatarle, es muy arriesgado por su edad, tenga cuidado!.
El sagaz anciano fingió que estaba sordo porque ya había tejido su red. De repente, escuché la vibración de mi whatsapp. Apreté en el circulito verde y apareció una autofoto de Aureliano besando a Remedios, la vecina del tercero. 

'Ojos' y yo nos cruzamos una mirada pícara de complicidad mientras él vociferaba desde el ascensor bloqueado en el sótano: La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido
El siguiente whatsapp que me envió mi avejentado vecino decía:  Mi querida niña, no chive que Remedios está conmigo... besar es como leer, y yo quiero seguir leyendo...




martes, 29 de abril de 2014

Un aceite con la mirada azul-gris, un aceite que entra en mis sueños ...

En terres de l'Ebre
La mejor fotografía es la que se queda en la retina y yo añadiría que es, también, esa que se queda en  la esencia del paladar. Abro los ojos y tengo ante mi una tuber melanosporum, más conocida como trufa negra, y me acompañan las montañas que envuelven Mora de Rubielos, en la sierra de Gúdar. Es un día que me persigue la lluvia, pero yo insisto en ponerme falda corta y de vuelo. Alcanza mi mano un líquido oro que sé que combinará de lujo con el diamante negro que tengo en el plato: l'oli del mar... aceite de oliva extra virgen de olivos milenarios y centenarios del Baix Ebre.
Descúbrelo en: l'oli del mar
Rocío con este aceite la trufa laminada, mi tenedor alza esta exquisitez y antes de llevármela a la boca, ya siento tanto placer como cuando el amo de las pecas de Pinzón me arrebata la falda ibicenca de vuelo que luzco hoy...
Porque el carpaccio de tuber melanosporum está de infarto, pero el aceite l'oli del mar (l'oli del mar) me excita...
El siguiente plato son huevos rotos trufados. Creo que estoy a punto del orgasmo...
Mientras mi paladar se deleita, observo en la cercanía que unos irresistibles ojos de color azul grisáceos me comen... Ya no sé dónde fijar mi atención: si en el hongo, en el servilletero, en los cubiertos o en el hombre de ojos azul-gris... Me decido sin dilación: conduzco mi mano hacia la copa de vino, un Rubus 2013, y en un milisegundo me acaricia la lengua un líquido aterciopelado, es garnacha combinado con tempranillo y syrah... Me relamo los labios porque el vino ya me invade toda la boca... Ahora el hombre de los ojos azul-gris sonríe con mirada lasciva, y  la falda ibicenca siente el temblor de mis piernas. Me muerdo delicadamente la comisura de los labios... Se enciende la caja de los deseos...
Milagrosamente  aparece en la mesa el dueño del restaurante, Bar Victoria, en Rubielos de Mora, uno de los denominados pueblos más bonitos de España, y me vuelve a llenar la copa... Lejos de romper el encanto, lo acrecienta,  porque su amabilidad es galante y cautivadora pero prudente... Se retira y de nuevo estoy sola y turbada ante el vino, el aceite y la trufa. ¿Se puede pedir más? Sí. 
Quiero que el hombre de ojos azul-gris me levante la falda y satisfaga con frenesí mis instintos...
Borracha de placer, despierto desnuda entre unas sábanas blancas de algodón que me arropan. Mi falda ibicenca yace arrugada en la alfombra y mis zapatos de tacón de Lola Cruz están desperdigados en la inmensa habitación. Paseo lentamente la lengua por mis labios y sabe a vino de montaña con regusto a l'oli del mar. ¿Ha sido un deleitable sueño erótico o me ha hechizado el maridaje de la tuber melanosporum y l' oli del mar?... 
Mis ojos miopes adivinan la fecha en el reloj de la mesita y descubro que es el Dia del Rey en Holanda (Koningsdag)... Hallo un precioso tulipán naranja acostado en una nota. La nota dice: Ik heb de kinderen meegenomen naar het Park. Laat jij de hond uit?. Traduzco: "Me llevo a los niños al parque. ¿Sacas el perro a pasear?"
Bienvenidos a mi pesadilla.
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Si queréis conocer los secretos del aceite l'oli del mar, mirad este video:

https://www.youtube.com/watch?v=Por3_fCfsYQ

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lunes, 21 de abril de 2014

Con la T de Dénia

Transito de nuevo por el túnel del vino. Otra vez, junto al mar de Dénia. Si una letra define este fin de semana es la T.
Tiempo, Túnel, oTazu, Toya, Tona, AnTonio, 'Tocados', Tijn, Timón,... Esto lo explicaría con un léxico y una narrativa excelente Juan José Millás, quien tiene novelas en las que pone vida y sentimiento a letras o números... me apasiona.
Como decía, el viernes, sin reloj, sin compromisos y sin bikini,

miércoles, 16 de abril de 2014

El aceite de oliva es un gran seductor

En mi plato veo un pequeño lago de color oliva. He vertido el líquido de la primera pipeta que me llegó de Breda. Mis pupilas ven el alma del jugo de la aceituna. Este aceite de oliva virgen extra es verde intenso con rayos amarillos, a juego con el mantel. Pellizco el pan y lo empapo en esa lagunita que se extiende a mi vista. Mi invitada me observa con reservas pero continua su relato mientras en mi boca se deshace la miga que chorrea el aceite que lleva nombre de duque. (En las bibliotecas apuntan que fue el Duque de Medinaceli quien introdujo en España hace cuatro siglos los olivos de la variedad arbequina).

viernes, 11 de abril de 2014

El vino de mi abuela

 La sangre y el vino son primas hermanas. Eso es lo que dice mi abuela. Será porque cuando tienes una mancha en la ropa de color bermellón cuesta mucho quitarla...
Yo me quedo con el vino... Una copa de vino tinto al día reduce un 30 por ciento la posibilidad de padecer una enfermedad cardiovascular. La teoría se propagó

Las pecas con sabor a vainilla

Las pecas de Pinzón
Me cautivan las pecas. Sobre todo cuando dibujan e invaden la piel. Cuanto más extenso sea el cuerpo que las habita, más me enamoran. Se eclipsan por la noche pero resplandecen cuando los rayos del sol las despierta. En la calle con nombre de pájaro, número 8, esta acumulación de pigmento en la dermis, se mezcla con el polen de las flores, se esconde entre la sombra de unas regias palmeras y de vez en cuando, danza al ritmo de la música de Estopa. Todas las tardes, las pecas con las que sueño, sienten el sudor entre el vello rubio que las recubre, se manchan de grasa y miran atónitas el