miércoles, 16 de abril de 2014

El aceite de oliva es un gran seductor

En mi plato veo un pequeño lago de color oliva. He vertido el líquido de la primera pipeta que me llegó de Breda. Mis pupilas ven el alma del jugo de la aceituna. Este aceite de oliva virgen extra es verde intenso con rayos amarillos, a juego con el mantel. Pellizco el pan y lo empapo en esa lagunita que se extiende a mi vista. Mi invitada me observa con reservas pero continua su relato mientras en mi boca se deshace la miga que chorrea el aceite que lleva nombre de duque. (En las bibliotecas apuntan que fue el Duque de Medinaceli quien introdujo en España hace cuatro siglos los olivos de la variedad arbequina).
Slava me cuenta que había conocido a un prestigioso cirujano cuyo mayor logro con ella había sido llevarla a un restaurante donde, según él, no pueden acudir los pobres. Que, después de un protocolo de auténtico casanova, con todo lujo de pretensiones, le enseñó una colección de relojes de alta gama, cada uno de ellos a juego con gemelos grabados con iniciales de diamantes.
Sin embargo, ella me confiesa que el único instante que consiguió emocionarla fue cuando el susodicho tenorio la miró a los ojos y espetó: 'Tienes las pupilas anisocoria'.
Slava dice que es la frase más morbosa con la que un hombre ha intentado conquistarla. 
Yo, desconozco si esta gran mujer tiene las pupilas anisocoria, micóticas, isocóricas o dilatadas pero sus enormes y penetrantes ojos de color negro me expresaban la emoción y el asombro de esas jactanciosas palabras. 

Hasta que su paladar saboreó el delicioso aceite de oliva que teníamos sobre la mesa....Oli d'Arbeca.... Después mojó sus labios en la copa de un vino Cabernet Sauvignon y en una décima de segundo las pupilas de Slava trazaron la sonrisa de placer que nunca vería el cirujano insolente.

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