jueves, 13 de agosto de 2015

Atrapados por el tormento del amor

Oh foll amor, sols vostre nom m'espanta,... así lo escribió el poeta de Gandía, Ausiàs March. Amor loco, sólo decirlo me espanta. Es verdad que mencionar el amor loco evoca en la mente ese enamoramiento alocado, imprudente, prendado, desequilibrado, embelesado o quizás, más íntimamente, el salvaje, ardiente y apasionado. El mismo que tan sabiamente nos hace perder la cordura y el raciocinio, aunque no siempre está exento de criterio.
El poeta Ausiàs March vivió hace 6 siglos atormentado por el amor, vivió líos de alcoba desenfrenados, sin tregua, sin temor,   descomedidos y lascivos encuentros con mujeres casadas, locura y frenesí con damas vírgenes y furia libertina, tal vez con hombres jóvenes..., casi siempre donde la sangre palpita más que el corazón. Lujuria e intrigas palaciegas que hoy hubieran puesto en jaque a más de un político.
Ausiàs March (1400-1459)
Ausiàs no tuvo hijos ni con Isabel Martorell ni con Joana Escorna, sus dos esposas, pero sí tuvo 5 hijos ilegítimos, fruto de sus andanzas amorosas. En sus expediciones por el Mediterráneo, conversaba con el mar, y éste escuchaba sus penas, sus remordimientos, cada ola dibujaba su tortura y libraba una batalla con su alma cuya hostilidad le arrancaba la penitencia. Aún cada gota de agua salada esconde celosamente sus secretos y las líneas de sus versos encuentran refugio en las sales que componen la mar. Yo lo descubrí mientras navegaba en dirección a las Islas Columbretes.
Vista desde un camarote del velero Amor Foll

Tijn, el hombre de las pecas con sabor a vainilla, había cumplido un año más y decidí que su regalo sería aprender a timonear un velero que nos condujera a 30 millas al este de Oropesa. Zarpamos de madrugada, en una noche tórrida, en tiempo de canícula, y cuando el oleaje  decidió abrazar la quilla, advertí que me mecía con una fuerza irrefrenable el viento que azotaba la vela mayor, el dios Eolo devoró la brisa marina y me sentí extasiada por el trajín de las olas. Me estremecí porque el mar de leva o mar de fondo dominaba y en la estrecha escotilla del camarote del barco saltaban baños de mar y se deslizaban velozmente de un lado a otro.  La piel estaba tan húmeda como el aire que respiraba, por mis nalgas resbalaban gotas de transpiración, dos piernas gigantes me envolvieron las caderas y me abandoné al delirio sensual...
Creo que mi subconsciente fue cautivo de las amantes de Ausiàs y en mis oídos retumbaban sublimes versos: Sens lo desig de cosa deshonesta, d'on ve dolor a tot enamorat, visc dolorit desitjant ser amat...
Atrapada en el alma del poeta, mi cuerpo quiso levantarse, pero no se sostenía en pie y tumbado, se zarandeaba al capricho de las olas al romper con el extremo de la proa. Mi cabeza sintió que volaba, desempolvé de nuevo las lágrimas de la estaca, y el olor a húmedo me daba arcadas. Estaba a punto del vahído. Quise mirar la inmensidad, pero todo era negro, negro como el mal.
Cuando abrí los ojos, el aroma del café del capitán Gil calmó mis náuseas, el sol que invadía la cubierta me invitó a subir y la profunda mirada  gris azulada de Tijn me persuadió. Un infinito y paradisíaco turquesa rodeaba el barco, no había crestas, todo a mi alrededor estaba inmóvil, la Illa Grosa de frente, majestuosa, reinando en un fondo de 80 metros de profundidad, invocando los cráteres de tiempos muy lejanos, haciendo olvidar las miles de culebras que habitaron allí durante siglos. Me abordaron pensamientos recónditos de Veles e Vents, sueños junto a un pupitre de la universidad, imaginé a mi compañero Vicent recitando La Traviata de Verdi, a Mari Sol aclamando al viento, a Xavier turbando a la marea; en mi mente se agolpaban las escenas de un aula con prometedores profesores, me invadieron sus sensaciones de ilusión... Entorné mis párpados, dejé que me robaran un beso con sabor a chocolate blanco, y la pesadilla del mar negro se borró...
Un instante delicioso mirando la paz del mar, un tiempo de silencio único para impregnar los labios en un vino que revive la ópera de Vicenzo Bellini, Casta Diva, mientras el queso holandés se derretía en mi boca y yo soñaba con los lomos blancos de un pez ahumado que saboreé en Breda (en el Brabante de los Países Bajos), entre lagos azules, canales y ríos interminables envueltos por eternos bosques frondosos, donde sonríe una familia de una especie importada de búfalos...

Biesbosch (Holanda) desde el barco de Marco de Lange
Me resbaló un mechón de mi trenza, me cosquilleó el moflete  y recordé que estaba en las Islas Columbretes, que habíamos navegado toda la noche, que el sol resplandecía y que Tijn ya casi gobernaba la embarcación.
Me asomé por estribor con los pies bien anclados en la superficie inmaculada de la cubierta.
De repente, me asaltó una ola titánica, el salitre se enredó en mi pelo, me abrasaba la cara y Ausiàs March me gritó: Foll amor, Amor Foll (amor loco) y vi como el poeta trazaba con su pluma unas palabras entre la aleta y la amura de babor y corrí a estribor, saltando por los asientos y brincando por la madera de la popa, esquivando al ayudante del capitán, Eduardo, ignorando que mis acompañantes me miraban atónitos, y en el otro lateral, Ausiàs hizo lo mismo, dejó escrita su huella lírica: AMOR FOLL.  No olvidaré que algunos de los versos de Ausiàs March se han quedado grabados para siempre, como nuestra cultura,  en un precioso velero que recorre el mar Mediterráneo.


Amor Foll existe y está a vuestra disposición:
https://www.facebook.com/pages/Amor-Foll/277865379087134

jueves, 9 de abril de 2015

Así siente Jorge mi columpio. Gracias por tu regalo.

Jorge es un amigo cuyo corazón y manos han estado trabajando para regalarme este vídeo de presentación de mi blog. Su alma de músico ha impregnado mis letras... Jorge pinta de colores la vida.

sábado, 14 de marzo de 2015

Francisco Jackson, el otro hombre en el espejo

Michael Jackson
Hoy mis oídos me piden las notas de "Beat it", cantado por la fuerza indomable de Michael Jackson. Por momentos, la música me evoca su carácter irreverente, polémico, audaz, quizás muy reprobable y equívoco pero de indudable brillantez artística. Deseo bailar, desatarme, mover mi cadera y saltar ágil en torno a mis pies,  mientras él grita:.. The fire's in their eyes and their words are really clear, So beat it, beat it... 
Refresco mis labios con una copa de Alma Unx, un garnacha blanca, y quien se asoma ahora a mi retina y despierta en mi memoria es otro hombre: Francisco Bernabéu.
Francisco Jackson en Marbella, 2009
Es agosto de 2009 y me achicharra el sol de Marbella. Estoy a punto de encontrarme con el rostro de Francisco en un cuco apartamento de la Calle Málaga. Transcurre casi el tiempo de un cigarrillo, me giro y veo un Michael Jackson vivo, guapo, alto, radiante y que me dirige una mirada sagaz,... en un santiamén me resbala la colilla al suelo de parquet porque estoy perpleja. Resoplo y me alivio cuando mi conciencia ya me avisa que estoy ante el doble oficial de Michael Jackson.
Mientras mi móvil me martillea sin cesar con llamadas, antes de llegar a la rueda de prensa, observo que Paco es cercano, muy educado, circunspecto, listo, de carácter atrayente y sonrisa hechizante, tal vez con una reserva personal más descarada.
De la sonrisa pasamos al entendimiento y en pocas horas, al trabajo  porque sin dejar de sudar, sube al doble escenario. Es un artista desafiante, celoso de cada detalle, intransigente consigo mismo, porque anhela la perfección. Paco fascina cuando baila, con movimientos impecables y ensayados, ritmos de cadera, pelvis y piernas coordinados y limpios, que contagian vertiginosamente el ritmo de Billie Jean. Deja boquiabierto al público y a los que le envolvemos, y confunde nuestras percepciones, porque casi olvidamos que el Rey del Pop ha muerto. 
Francisco Jackson

Marbella viste de lujo a Paco Jackson, como si fuera el mismísimo Michael y lo encumbra.  Hago titulares, fotos, notas, la prensa se vuelca sin aliento y el público ya no quiere distinguir entre el original y el doble, tan sólo se embriaga con la música y el baile. Se generan cien mil entradas en 10 minutos en la red de Internet, es 2009 y no resulta tan fácil salpicar al mundo entero porque es escasa la presencia de las redes sociales y aún así nos llueven emails de medios de comunicación canadienses, japoneses, irlandeses, alemanes, franceses... La revolución mediática es de un éxito incalculable y al día siguiente el chico de Sueca con el apellido Jackson es portada de semanales veraniegos en la prensa nacional, de ediciones de lujo en la prensa extranjera de la Costa del Sol, nos solicitan directos para programas vespertinos de televisión y la agenda se desborda...
Francisco Jackson conquista Madrid, recorre España, triunfa en Lisboa, Luxemburgo, Paris, Varsovia, Puerto Rico, Orleans, Ginebra, etc, etc.  Pero debajo de la visera de su gorra, siguen los ojos del chaval osado de un pueblo de la  Ribera Baixa que iba para médico, que sigue hablando valenciano, cuyo agradable timbre de voz es inconfundible y que ahora, cuando nadie le puede restar bravura ni mérito, se ha convertido en un artista porque ha pintado su vida de esfuerzo, empeño y lucha.
Homenaje a Michael Jackson en Marbella
Apostaron por él para mover a la masa, huérfana del original, cuando Paco llevaba años trabajando, bailando, haciendo de su ídolo un doble,  y humilde y pertinaz, alternaba en Benidorm con la magia. De la mano de un musical que sigue recorriendo Europa, Fran Bernabéu (Francisco Jackson) es, precisamente, como por arte de magia, el deseado Man in the Mirror (Man in the Mirror).

jueves, 22 de enero de 2015

El embrujo de los Pirineos y la mermelada de tomate

Ayer me bebí una copa de un Ribera del Duero que sabe a sonrisa. El aroma aterciopelado me invadió la bóveda de mi paladar, gustoso se resbaló sin prisa por mi lengua donde se reencontró la frescura de una uva joven y el casi imperceptible regusto a garnacha. Ha sido mi primera cita con las Cepas Jóvenes de la bodega Rudeles, pero, sin duda,  vamos a quedar en más ocasiones porque su sonrisa me embriaga... Sonríe igual que Lucien Briet, el viajero que Tijn y yo conocimos en los acantilados nevados que conducen de Chía al Lago Urdiceto, en el Valle de Benasque. Fue una tarde gélida de diciembre, cerca del día de mi Santo, soplaba una ventisca tan helada que se te desencajaba la mandíbula al hablar y, una vez más, nos habíamos quedado atrapados con el 4x4.
Estábamos inmovilizados en una angosta curva de una pista rural que lleva a Plan, a 1.800 metros de altitud. ¡Esto si es un plan! - pensé yo.
Mientras Tijn, audaz e inequívoco, desenrollaba el cable de acero del cabestrante y yo rezaba a los Dioses de los Pirineos para que no nos enterrara un alud, vi acercarse una sombra por detrás de mi. Era un hombre. A mi me pareció entre un milagro y una alucinación. ¿Quién osaba pasear a  la sombra con 4 grados bajo cero, tormenta de nieve y a casi 2.000 metros de altura?. Sagazmente, nos guiñó un ojo y nos invitó a beber un liquido alcohólico que llevaba en una vetusta petaca. Me hizo el mismo efecto que cuando pienso en unas zamburiñas gallegas o en los sublimes callos de Parpatana de atún con guisantes frescos que saboreé en el restaurante La Salita.
Mi hombre, el de las pecas con sabor a vainilla, se sentiría como cuando engulle un chuletón de Tudanca en los Picos de Europa.
Cómplices de la locura y una vez las ruedas del todo terreno salieron airosas del acervo de nieve, subimos los tres al coche y nos dejamos guiar por nuestro nuevo acompañante, Lucien Briet.
Los callos con guisantes de La Salita

Enamorados de su acento francés y fascinados por las historias que Lucien había vivido en Ordesa, llegamos en un abrir y cerrar de ojos a su recomendado refugio en el pueblecito de Broto: una majestuosa casona de piedra y madera que tiene nombre de pintor barroco: El Portón de Murillo.  
El Portón de Murillo en Broto (Huesca)

Subí embelesada al último piso y hallé una habitación gigante cuyo balcón miraba a la colosal cascada de Sorrosal, deprisa recorrí cada rincón,... había elegantes alfombras de piel de vaca argentina, el techo estaba decorado con estilosas lámparas afrancesadas con cristal de lágrima, y me tropecé de bruces con una descomunal bañera de hidromasaje bajo un techo abuhardillado.
Suite de El Portón de Murillo

Al lado, muy escondida, una puertecilla de color chocolate,... Tentada por mi curiosidad, giré sigilosa pero impulsivamente la manilla de la puerta y me quedé maravillada al ver una biblioteca secreta con cientos y cientos de libros.  ¡Santo Dios! ¿Había llegado al paraíso?... Cogí una vieja publicación, muy empolvada, soplé y atisbé a leer el título y el año: Bellezas del Alto Aragón. 1913. Hojeándolo descubrí miles de fotografías de Monte Perdido y Ordesa, con textos manuscritos, poesía y descripciones sobre la flora y la fauna pirenaica. Toda la estancia olía a mermelada casera de tomate y a leña, a aceite del mar, a tostada con paté de oliva y aceite de Belluga... era delicioso. Mis ojos miopes se detuvieron a leer el autor del libro y detectaron este nombre: Lucien Briet (1860-1921).
L. Briet, escritor y fotógrafo
Atónita, bajé las escaleras a la velocidad de un galgo y fui a buscar a Tijn, que supuestamente estaría conversando con nuestro nuevo amigo, el viajero Lucien,... Pero sólo descubrí el torso de Tijn, de frente a la chimenea. Le pregunté por Lucien y me miró pasmado y me dijo: No sé de quién me hablas... ¿Quieres un poco de queso curado de Laruns o prefieres Gouda?...  Me quedé perpleja. ¿Quería eso decir que yo había estado con un fantasma? ¡Lucien Briet había muerto en 1921! El embrujo de los Pirineos me había asediado.